Necrofilia



Existe una ostensible diferencia entre el homenaje que se le hace a alguien porque está muerto y el que se le rinde porque le seguimos considerando vivo. En esta patria tenebrosa y fratricida celebramos un homenaje en cuanto podemos: del nacimiento, del fallecimiento, de la publicación de la obra excelsa, de la victoria, de la derrota, del descubrimiento, de los veinticinco años, de los cincuenta, de los cien... Normalmente los homenajes que se celebran huelen a carne podrida. Reparamos en lo que le ocurrió a un señor con el que ya no nos tratamos, que hemos hecho desaparecer de los planes de estudio, que las generaciones en curso de formación desconocen por completo y que a la mayoría de los que festejan les importa una higa. Algunos bienaventurados exclaman: ¡no lleva usted razón! ¡es que el homenaje es una forma de traer el susodicho al recuerdo, de demostrar lo que nos importa!

Y esto lo dicen los que han tolerado que acabásemos con la enseñanza de la Literatura y los que han logrado que la Historia sea una cosa cutre y sin gracia perdida en algún rincón del nefasto libro de “Conocimiento del medio”.

Los mismos que no han tenido ningún reparo en cargarse la posibilidad de entender la Historia de nuestra lengua, o sea, de estudiar Latín, y de conocer la raíz de nuestra múltiple “diversidad”, van por ahí aliando civilizaciones y organizando homenajes sin que nadie pueda ya concretar qué diantre nos importan a nosotros unas civilizaciones que desconocemos y una patria que se nos ha enseñado cainita, tirana y despreciable.

Y aún más, nos atrevemos a decretar una “Ley de Memoria Histórica” cuando en el sitio en el que la memoria y la historia están vivas, la enseñanza, tanto una como otra importan un pimiento, y se nos va lo de la memoria histórica en hacer arqueología necrófila, o en restituir los dimes y diretes corajudos discutiendo sobre quién fue más santo o más cabrón, si tu abuelo o el mío. La verdadera presencia del poeta, del dramaturgo, del novelista, del científico, del filósofo, del gobernante queda velada bajo un manto de olvido consentido, de ignorancia culpable. Gracias a estar perdiendo el tiempo y el seso en estupideces pedagógicas hemos descuidado lo fundamental. Y los descuideros nos han robado la cartera y el alma.

Por ejemplo. Nos hemos pasado toda la década anterior haciéndole copiosos homenajes a Cervantes. Y de eso, ¿qué ha quedado? Nada, ni una triste sombra. Un alumno de la Universidad a punto de terminar la Carrera de Filosofía me comentaba hace unos días que pensaba realizar un Master sobre “Pensamiento español” en Inglaterra, porque aquí nadie ofrece esa posibilidad. El plan de estudios del Master inglés contiene únicamente dos nombres: el Quijote y Ortega. ¿Y saben ustedes lo que cuesta? Veinticinco mil euros (25.000 €). Cuatro millones ciento sesenta mil de las antiguas pesetas. Dos años seguidos un grupo de destacados profesores universitarios, del que este servidor formaba parte, solicitó se le concediera un proyecto de I+D para estudiar el pensamiento político y filosófico español en el Barroco, y dos veces seguidas se nos dió con las puertas en las narices, la primera con cierto recochineo. ¡Ni se imaginaban los espantajos censores de la investigación española que cosas como esas se pagan a 25.000 en Albión!

Ahora ha tocado velar el cuerpo de Miguel Hernández. Los organizadores de los fastos nos auguran colosales aspavientos pensados especialmente para la ocasión. Además de las habituales alharacas audiovisuales han pensado contratar a una empresa estadounidense para que lleve en una cápsula los versos de Miguel Hernández a la superficie lunar. Y no andan desencaminados estos organizadores, porque lo mismo en la Luna el poeta de Orihuela encuentra los lectores que aquí le han hurtado.

El profesor García Amado refiere el acontecimiento en una de sus últimas entradas. Cito:

“Qué pensaría él de ser pretexto, pasatiempo de niñatos y viejos verdes en hoteles con jacuzzi y en salones con vedettes.

Si cada boca de España,

de su juventud, pusiese

estas palabras, mordiéndolas,

en lo mejor de sus dientes:

si la juventud de España,

de un impulso solo y verde,

alzara su gallardía,

sus músculos extendiese

contra los desenfrenados

que apropiarse España quieren,

sería el mar arrojando

a la arena muda siempre

varios caballos de estiércol

de sus pueblos transparentes,

con un brazo inacabable

de perpetua espuma fuerte.”

No tengo más remedio que confesar que empecé a balbucear con rigor mi lengua gracias a Miguel Hernández y a León Felipe. Que la desaparición de la presencia continua de los maestros en la enseñanza (o sea, la desaparición de los textos, que son los verdaderos maestros, y no los impostores misioneros vocacionales que nos quieren colocar) ha provocado que nuestros “escolarizados” desconozcan el idioma que hablan y el pueblo que se hizo hablándolo. La “juventud de España”, Miguel, ya no existe. Ahora lo que tenemos es “menores”. Menores de Hispanistán.

Entre el individuo que va por ahí buscando los huesos de un poeta y el que abre la caja del frigorífico para tirarse a un cadáver no hay mucha diferencia. Ambos lo que quieren es valerse de un muerto.


Comentarios

FreakyBoy ha dicho que…
Popeye, Ulises, Zaratustra y algunos otros van en el mismo barco, "Der Fliegende Holländer", tras las patrias perdidas.

Pero aquí, lo que es aquí...sólo entran ganas de estar allí.

Aquí, "¡Todo se ha vuelto más pequeño! Por todas partes veo puertas más bajas: quien es de mi especie puede pasar todavía por ellas sin duda - ¡pero tiene que agacharse! Oh, cuándo regresaré a mi patria, donde ya no tengo que agacharme- ¡dónde ya no tengo que agacharme ante los pequeños!"

Así habló Zaratustra

(F. Nietzsche)
JAKKOBO ha dicho que…
Brillante Antonio. Muy brillante.
Menos mal que andas siempre con la escopeta al hombro.
Desde la caverna de Platón ha dicho que…
¡Hombre, Jacobo, bien hallado sea usted!
Freaky, tus citas nietzscheanas empiezan a serme imprescindibles.
Un saludo a los dos.

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