La momia de la Filosofía




Ayer sábado a las doce del mediodía nos reunimos en la Complutense un grupo de profesores de Filosofía convocados por Vicente Sanfélix, presidente de la Sociedad Académica de Filosofía, para acordar estrategias de lucha contra el último intento ministerial de eliminación del saber teórico en las aulas. Mientras atendía a las propuestas me vinieron a la mente unas imágenes del informativo de Antena 3 del día anterior. Los alumnos festejaban con un gran porki-botellón (supongo que en los jardines de la Complutense) el final de la Selectividad. La cámara captaba unos folios ardientes sobre el césped. El fallero mayor, notablemente embriagado, explicaba que la fogata la cebaban sus apuntes de Kant, y que ya no tendría que volver a tragárselos nunca más en la vida. ¡Bendita borrachera! -pensé yo. ¡Qué placer poder quemar in efigie al adalid de la obediencia civil, del deber prusiano, del respeto a la sagrada y divina Ley de la Comunidad Puritana, al profeta de la santidad del imperativo categórico! ¿Habría entendido el muchacho, tal vez en la puerta de la Complutense, tan kantiana, el significado profundo de su alarde ígneo?
Acaba el curso. En una esquina de la Facultad se alza una estatua de Ortega:

La filosofía se murió hace mucho tiempo -su momia y su esqueleto, desde hace generaciones y generaciones, se enseña a las gentes en las cátedras de filosofía de tal a tal hora. Lo que en esas cátedras se decía era más o menos ingenioso, preciso, ameno -pero no era nada que en última instancia nos importase. Aquello estaría mejor o peor -no iba con nosotros. Ahora bien , la filosofía es algo que, si es filosofía, tiene por fuerza que suscitar en nosotros terror, entusiasmo, desazón, curiosidad, profunda delicia, exaltación. Eso es lo que se produce en nuestras vidas en sus momentos culminantes, cuando el vivir se estira, se acrece y siendo vivir es más que vivir. La filosofía, si es algo de verdad, no por simple convención y ganas de hablar, si es algo no puede ser una gris y nula cosa que pasa en las cátedras sino algo que pasa en cada uno de nosotros.
Pero si alguien es hoy capaz
de hacer una filosofía, de filosofar en ese único auténtico sentido, esto es, dicho concretamente, sin ocultación, sin atenuamiento, si es capaz de filosofando con el mayor rigor hacer llorar, y hacer reír y hacer estremecerse a los oyentes, no por capricho, no por artificio, pura y simple, y rigorosa y exclusivamente filosofando ¿qué se diría de él? ¿Qué cara pondrían las gentes? ¿qué extrañeza no sentirían y qué espanto y qué risa, viendo que de pronto, la momia, el ridículo esqueleto que se enseñaba en las cátedras y que "no iba con nosotros" comenzaba a moverse de verdad y a mirar y a ver y hacer ver y a decir, decires terribles, decires dramáticos, decires joviales que se apoderaban de nosotros, que nos poseían como posee a cada cual su propia y personal vida, por tanto que casi desde el primer instante entraba en nosotros con violencia a la vez dolorosa y deliciosa y se quedaba allí, dentro de nosotros, para siempre -es decir, que cada día la filosofía, al concluir la lección, no se quedaba en la cátedra, como un ave disecada en el museo de historia natural, sino que "iba con nosotros"? (José Ortega y Gasset)

Comentarios

JAKKOBO ha dicho que…
Que grande.Que señorío.Y que verdadero, coño!
Anónimo ha dicho que…
lA EXISTENCIA HUMANA, LA VIDA DEL INTELECTO,SIGNIFICA ( SI RECORDAMOS A SHELLING)UNA EXPERIENCIA DE LA MELANCOLIA Y LA CAPACIDAD VITAL DE SOBREPONERSE A ELLA,PERO ESTOS "ZACABURROS" QUE QUEMAN LOS APUNTES NO ENTIENDEN TODAVÍA NADA
ERES GENIAL ANTOÑITO SIGUE ASI

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